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Detente antes de hablar en público

Empieza septiembre, arranca el curso escolar y entramos en una especie de segundo enero en que los propósitos conquistan nuestra cabeza y nos incitan a pensar que sí, esta vez sí. Es el momento ideal.

En el parque junto a mi casa, el ataque de los propósitos se observa en todos esos nuevos runners. Quieren mejorar su forma física y esa ambición empuja a decenas de personas a empezar a correr.

Pero muchos de ellos no estarán allí en octubre. Estarán lesionados o desfallecidos por el sobreesfuerzo, porque salir a correr a la brava, sin estar preparado y a darlo todo descontroladamente, solo puede dar ese resultado.

Exactamente lo mismo puede ocurrirte cuando sales a presentar con la adrenalina alta, sin preparación ni control, o sin dominio alguno de tu presentación. Por eso, como con el deporte, tómate tu tiempo y empieza cuando estés realmente a punto para hablar en público.

Qué hacer antes de pronunciar tus primeras palabras si te toca hablar en público

  • Revisa tus herramientas: comprueba que las diapositivas son las correctas, el mando está encendido, el micrófono fijado en su sitio o que la persiana evita un reflejo molesto antes de encontrarte interrumpiendo tu discurso.
  • Observa a tu audiencia: mira sus caras, recuerda quiénes son, repara en cómo se comportan, si sonríen o si están cómodos. Leer las emociones de tu audiencia te reconfortará porque se vuelve conocida. Además, te permite adaptarte a ella y al momento que compartís.
  • Da tiempo para que te sintonicen: empezar a hablar mientras tu público aún está con el móvil, cuchicheando sobre el programa o leyendo el periódico, desdibujará tu arranque (y recuerda que debe ser muy potente). En cambio, dedica esos instantes a que conecten contigo, con , tu mirada, que perciban tu silencio y se dejen envolver por tu vibración.
  • Bebe agua: sirve como acicate del estrés descontrolado y además es muy pertinente hidratar las cuerdas vocales para que estén a punto para un trabajo intensivo, no olvides lo que sufren las pobres cuando las usas incorrectamente.
  • Repítete tu primera frase: mentalmente repite tu primera frase, el arranque que tanto has trabajado. Si lo encauzas bien, hará fluir el resto de la presentación, así que imagínate pronunciando tu entrada con fuerza, imagínate diciéndola resueltamente, imagina las caras de la audiencia cuando arranques. Aunque no lo creas, ¡funciona!
  • Corrige tu postura: seguramente los nervios, la pasión o las ganas por acabar han descontrolado tu postura. Haz un reset postural y equilibra tu centro de gravedad. La posición de poder recala en el lenguaje corporal, te ayuda a expresar más dominio y a creértelo tú mismo. Por tanto, el dominio de la presentación empieza por el dominio de uno mismo.
  • Respira profundamente: un par de inspiraciones y expiraciones hondas te ayudarán a relajarte controlando la respiración. Nada queda peor que escuchar un ponente con respiración agitada que va perdiendo el fuelle.

Como ves, igual que en el deporte, no podemos abordar una presentación de manera voraz y anárquica. Es una cuestión de método y ligar un paso tras otro.

Antes de empezar a hablar en público, para. Aprovecha esos instantes y disfrútalos. Sin darte cuenta, muchos de tus nervios se convertirán en energía; los que queden cuando empieces a hablar se harán añicos rápidamente. Entonces solo quedará conquistar tu objetivo con la templanza del que sabe que va a triunfar.

 

 

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