Si piensas que una presentación solo entra por los ojos (diapositivas, gráficos, fotos), estás perdiendo una oportunidad inmensa: activar el oído. Porque comunicar no es solo transmitir datos, es crear una experiencia multisensorial. Y la música tiene un poder que ningún gráfico de Excel podrá igualar jamás.
¿Por qué música en una presentación?
Porque el cerebro humano está cableado para reaccionar a la música. Investigaciones del neurólogo Daniel Levitin muestran que escuchar música activa más áreas cerebrales que casi cualquier otra actividad. De hecho, la música no solo emociona: también mejora la retención de la información asociada.
En un estudio de la Universidad de Stanford, se demostró que los patrones musicales ayudan a la concentración y al procesamiento de información compleja. Dicho en claro: con música, te escuchan más y recuerdan mejor.
- Apple y Steve Jobs realmente sabían lo que hacían. Sus legendarias keynotes –los “Stevenotes”– tenían transiciones sonoras cuidadosamente calibradas para amplificar el momento justo del lanzamiento, como si cada producto tuviera su propia banda sonora. Esa música no era relleno, era parte del impacto total.
- Barack Obama, en su campaña de 2008, cerraba grandes mítines al ritmo de Signed, Sealed, Delivered de Stevie Wonder. La canción no solo acompañaba sus palabras: las elevaba, generando una energía colectiva, casi física.
- En España, la música de Pau Donés acompañó homenajes y eventos públicos con esa combinación única de cercanía y emotividad. Cuando su voz resonaba, no era solo un discurso: era conectar desde lo humano.
- Aaron Copland, en el clásico Fanfare for the Common Man, creó una pieza sonora que rápidamente se convirtió en símbolo de solemnidad y heroicidad. Hoy se usa en eventos y ceremonias como si fuera el himno silencioso de la solemnidad.
- La Fanfare for Oscar de Jerry Goldsmith simboliza prestigio. Desde 1998, acompaña las ceremonias otorgadas por la Academia, marcando con música cada momento clave, como un sello de autoridad cultural y espectáculo.
- En publicidad y branding sonoro, Netflix lo clavó con el famoso “tudum”, esa breve melodía que suena antes de cada película o serie. No necesitas ver, solo escuchar: ya reconoces la plataforma. Ese sonido es identidad pura en menos de dos segundos.
Cómo usar la música sin parecer un DJ de boda
El psicólogo John Medina, en su libro Brain Rules, recuerda que “lo que más recordamos son experiencias multisensoriales”. Ver + escuchar + sentir = impacto multiplicado.
Hoy en día incluso la lectura, que parecía el reino exclusivo de la vista, se está volviendo multisensorial. Una aplicación como Bokton acompaña los libros con música que intensifican la historia. Lo mismo ocurre en una presentación: cuando unes palabras con música, la audiencia no solo recibe información, la vive como experiencia.
La música es poderosa, pero hay que usarla con cabeza. Algunos consejos prácticos:
Primero, elige con intención. La música no es un relleno, es parte del mensaje. Si hablas de innovación, un tema electrónico o actual refuerza la idea de futuro. Si hablas de sostenibilidad, un acompañamiento acústico conecta mejor con lo natural. Si presentas un balance financiero, un fondo rítmico minimalista puede dar seriedad sin aburrir.
Segundo, mide los momentos. No hace falta tener una banda sonora continua: basta con tres toques estratégicos (entrada, giro clave y cierre). Igual que en el cine, el silencio también habla.
Y tercero, cuida el volumen. Si vas a hablar encima, mejor instrumentales; si la música es protagonista, guarda silencio y deja que el público la viva.
Y, de regalo, una recomendación: evita los clichés musicales que tu audiencia ya ha escuchado hasta la saciedad. Sí, quedan oficialmente prohibidos Viva la Vida de Coldplay para “subir la moral”, Eye of the Tiger de Rocky para darle épica al momento y todas esas canciones que sabes perfectamente cuáles son.
¿Qué música para qué idea?
Un detalle clave: no toda música vale para todo mensaje. La correlación entre la idea y la banda sonora puede potenciar —o arruinar— tu discurso.
- Innovación tecnológica → música electrónica o minimalista. Refuerza la idea de vanguardia.
- Cambio cultural o motivacional → temas épicos, como Also sprach Zarathustra de Strauss (sí, la de 2001: Odisea del espacio). Levanta la sala en segundos.
- Resultados económicos → un ritmo constante y firme transmite solidez, mucho mejor que un pop alegre que distraiga.
- Presentación de un producto aspiracional → jazz suave o música ambiental elegante, para crear atmósfera y deseo.
No es casualidad que las marcas inviertan millones en sonic branding. Desde la melodía de Intel hasta el mencionado “tudum” de Netflix, la música es identidad, emoción y recuerdo.
La música no es un adorno, es un amplificador. Bien elegida, convierte tu mensaje en una experiencia que el público vive, no solo escucha. Y cuando comunicas desde lo multisensorial, logras lo que toda buena presentación persigue: que no solo te entiendan, sino que te recuerden.
Porque entre un gráfico olvidable y una melodía que se queda resonando en la cabeza… ya sabes qué gana.
