Cada cierto tiempo aparece un titular milagroso: “Deja de perder tiempo en PowerPoint con la IA”. Suena tentador: la promesa de que, con un par de prompts, te libras de horas de trabajo. Pero si lo piensas un poco, hay varias grietas en ese discurso.
1. Rapidez no es eficacia.
Hacer una presentación en tres minutos no la convierte en buena. En una investigación de la Universidad de Harvard sobre comunicación persuasiva, se comprobó que los mensajes que más influyen en la toma de decisiones no son los más rápidos de producir, sino los que logran claridad y foco. Una IA puede darte 20 diapositivas en segundos, pero si al final el comité no entiende por qué deberían aprobar tu presupuesto, ¿de qué te ha servido?
2. Preparar es pensar.
El verdadero valor de diseñar una presentación está en ordenar ideas. Cuando Steve Jobs preparaba un lanzamiento, no improvisaba con Keynote: dedicaba semanas a decidir qué quedaba dentro y qué fuera, hasta dejar una narrativa cristalina. Si delegas eso a un algoritmo, renuncias a ese proceso de destilación. Y sin destilación, lo que cuentas es una sopa confusa con efectos animados.
3. Bonito ≠ impacto.
El cerebro humano recuerda un 65 % de lo que ve asociado a un relato, frente a solo un 10 % de lo que se presenta como lista de datos (según la investigación de Medina, Brain Rules). La IA puede darte diapositivas preciosas, con iconos relucientes y colores armónicos, pero si todo queda en estética sin historia, tu audiencia lo olvidará antes del café de la pausa.
4. Cada público es distinto.
No es lo mismo presentar resultados a un comité financiero que a un equipo de ingenieros. A los primeros les mueves con proyecciones claras; a los segundos con la explicación del cómo. La IA no sabe si tu CFO detesta las gráficas circulares ni si tu equipo en Alemania prefiere diagramas técnicos a metáforas visuales. Esa sensibilidad no se programa: se construye con experiencia y empatía.
5. La trampa de la pereza.
Los artículos de “ahorra tiempo con la IA” promueven la idea de que lo importante es la rapidez. Pero estudios de consultoras como McKinsey muestran que los equipos de alto rendimiento invierten tiempo en preparar sus reuniones estratégicas, precisamente porque saben que una mala presentación sale carísima: en horas, en oportunidades y en credibilidad. Un pitch mediocre hecho en 30 segundos con IA sigue siendo un pitch mediocre. Solo que más rápido.
6. El mito de la sustitución.
La IA es útil para tareas mecánicas. Igual que usamos calculadora para sumar, pero seguimos pensando cómo plantear un presupuesto. Pretender que la IA sustituya el trabajo de comunicación es como pedirle al Excel que convenza al cliente por nosotros. La herramienta organiza, proyecta, embellece… pero el relato, la estrategia y el vínculo emocional siguen siendo insustituiblemente humanos.
7. La pregunta está mal planteada.
El problema nunca fue PowerPoint. El problema es creer que una herramienta sustituye la comunicación. Según un estudio de la Universidad de Minnesota, las presentaciones bien diseñadas aumentan en un 43 % la capacidad de persuasión. El valor, por tanto, no está en el programa que uses ni en la velocidad a la que generes slides, sino en cómo esa presentación cambia lo que tu público entiende, recuerda y decide.
En resumen: la IA puede ser un asistente brillante, pero no es tu voz, ni tu criterio, ni tu conexión con la audiencia. Porque las diapositivas no hablan solas. Y porque, al final, una presentación no se mide en minutos ahorrados, sino en impacto conseguido.
