¿Qué tienen en común un presidente de Estados Unidos, un discurso institucional y una persona que se lanza a un río helado? No, no es el inicio de un chiste. Es el origen de una de las técnicas más potentes (y sutiles) del discurso público: el efecto Skutnik.
Una historia real que se convirtió en recurso retórico
Enero de 1982. Washington D.C. Un avión de Air Florida se estrella en el río Potomac. Entre el hielo, el caos y la impotencia general, una persona salta al agua sin pensarlo dos veces para rescatar a una superviviente. Se llama Lenny Skutnik, y lo que hizo fue tan impactante como sencillo: actuar.
Dos semanas después, el presidente Ronald Reagan lo menciona durante su discurso del Estado de la Unión. Pero no solo eso: lo sienta entre el público, lo nombra en directo y lo señala como símbolo del heroísmo cotidiano. Resultado: aplausos, emoción, titulares… y un efecto duradero.
Desde entonces, en el argot de quienes redactan discursos, un “Skutnik” no es una persona, sino un recurso: una historia real encarnada por alguien presente en la sala, que refuerza el mensaje del discurso sin necesidad de grandes argumentaciones.
¿Por qué funciona?
Porque no hay mejor argumento que el que se puede mirar a los ojos. El “efecto Skutnik” es la personificación de una idea: no hablamos de sanidad, hablamos de Marta, la enfermera que salvó vidas en plena pandemia. No hablamos de educación, hablamos de Daniel, el docente que enseñó a leer por WhatsApp durante el confinamiento. No hablamos de seguridad, hablamos de Juan, que evitó una tragedia en su barrio.
Es el pathos en estado puro. La emoción como atajo al entendimiento. Cuando la mente duda, el corazón ya ha decidido.
Skutniks made in Spain
Este recurso, aunque tenga nombre extranjero, también se usa en España. Aquí van algunos ejemplos:
- Pedro Sánchez en la pandemia (2020): Durante una de sus comparecencias más críticas, el presidente agradeció públicamente la labor del personal esencial, mencionando a profesionales de cajas, transporte y limpieza. No los tenía sentados a su lado, pero personalizó la gratitud en figuras concretas. Eso ya es un proto-Skutnik.
- Reyes Magos del Hospital Gregorio Marañón (2021): En un acto institucional de la Comunidad de Madrid, se invitó a una sanitaria que llevaba meses en la UCI COVID a entregar regalos a niñas y niños ingresados. Su presencia no solo fue simbólica, sino que resumía en una sola imagen el esfuerzo, la recuperación y la humanidad del sistema sanitario.
- Premios Princesa de Asturias: Aunque no es un discurso político, este evento utiliza con frecuencia el efecto Skutnik. Se invita y se visibiliza a personas que no son famosas, pero representan valores que se quieren destacar. Como el colectivo de profesionales sanitarios que recibió el premio en 2020, representado por trabajadoras y trabajadores anónimos.
- Alcaldías en discursos de investidura: En varios municipios, las nuevas alcaldías han empezado a incorporar testimonios o menciones a personas vecinas concretas que encarnan retos locales: la persona emprendedora, quien lidera un proyecto vecinal, o quien regresó al pueblo para reinventar un negocio familiar.
¿Y si no soy presidenta ni alcalde?
No hace falta tener cámaras de televisión ni butacas numeradas. El efecto Skutnik puede usarse en contextos mucho más cotidianos:
- En una reunión con dirección, si introduces el caso real de una clienta que simboliza lo que estás proponiendo.
- En una presentación comercial, si incluyes a una usuaria satisfecha como invitada o la citas como testimonio en vídeo.
- En una charla o formación, si das voz (literalmente) a alguien que haya vivido la experiencia que estás compartiendo.
No es postureo, es estrategia. La fuerza del relato está en su capacidad de ser vivido, no solo explicado.
Cuidado con el abuso
Eso sí: un Skutnik no es una mascota narrativa, ni un recurso ornamental. Si lo fuerzas, se nota. Si es impostado, se vuelve contra ti. Y si no encaja con el mensaje, distrae.
La clave está en la autenticidad. La persona que pongas en el centro del discurso debe representar de forma honesta y coherente lo que estás comunicando. Si no, será solo una figurante más en una escena sin emoción.
Cuando prepares tu próximo discurso, presentación o intervención pública, pregúntate quién puede ser tu Skutnik. Puede que no lleve capa ni se lance al agua helada, pero quizá su historia —dicha o simplemente mostrada— sea lo que haga que tu mensaje pase de correcto a inolvidable.
