¿Por qué no estás conectando con tu audiencia?
Puede que estés dando charlas, participando en eventos del sector o preparando contenidos para clientes… pero algo no termina de funcionar. Las personas te escuchan, sí, pero luego no pasa gran cosa. Nadie retoma tu idea en la reunión del lunes. Nadie te busca después para profundizar. Nadie te recuerda tres días después. ¿Te suena?
Si es así, quizá tu tema es demasiado amplio. Quizás tu audiencia solo queda abrumada (y paralizada) por la inmensidad de tu tema. O falta ese faro que la guíe de principio a fin. Sin un hilo conductor claro, se pierden entre datos, mensajes y desvíos colaterales… y llega al final sin saber muy bien qué se esperaba de ella. Sin un encargo claro, sin una demanda concreta, el impacto se diluye y el retorno es mínimo.
En el mundo corporativo, esto es aún más evidente. Si estás presentando una propuesta de valor, liderando una charla interna o representando a tu empresa en un evento sectorial, necesitas dejar claro que no estás ahí solo para inspirar o entretener, que tu intervención es una inversión (del tiempo de todos, cuanto menos) que espera un retorno.
Cinco señales de que tu enfoque necesita pasar por una criba
Tu contenido «sirve para cualquier perfil profesional»
Si el mismo discurso puede aplicarse igual en una convención de ingeniería, en una sesión de onboarding o en un foro de liderazgo femenino… es que no está realmente adaptado. Un buen tema tiene foco, contexto y destinatario.
¿Y si tu audiencia es heterogénea? Entonces busca el mínimo común múltiple de esas personas. Si añades contenidos pensando en unos y otros lo que consigues es engrosar la presentación y perder a la mayoría del público.
Te cuesta responder con claridad cuando te preguntan “¿De qué vas a hablar?”
Si tu respuesta necesita más de dos frases y un gesto con las manos para explicarlo, toca afinar. Pero si se responde con un solo concepto como “prevención”, “calidad”, “trabajo en equipo”… también es un signo de tener poco foco. Esa idea fuerza debe tener un verbo (preferiblemente de acción), un agente protagonista y un beneficio. Por ejemplo: “para superar a la competencia tenemos que invertir en digitalización”.
Abres demasiadas carpetas temas en poco tiempo
Si intentas hablar de motivación, productividad, liderazgo, gestión emocional y soft skills… en 45 minutos, el resultado será superficial. No da para ejemplos, para datos, para detalles que muestran el verdadero expertise. Una intervención eficaz se enfoca en una idea potente y la desarrolla con profundidad.
El hilo argumental se te escapa entre las manos
Cuando el enfoque es demasiado amplio, mantener una línea clara de pensamiento se convierte en un reto. Lo que empieza como una charla sobre liderazgo acaba incluyendo referencias a la inteligencia artificial, una anécdota de empresa familiar y un gráfico sobre burnout. El resultado: un mensaje lleno de piezas, pero sin estructura. El público se pierde… y tú también.
Tu audiencia no se lleva nada concreto
Si tras tu charla nadie puede resumir en una frase lo que aprendió, es que el mensaje se ha diluido. Y eso no es culpa del público: es señal de que el enfoque necesita ser más específico, más aplicable y más memorable.
En conclusión, necesitas recortar, elegir, especializarte. No para cerrarte puertas, sino para abrir las adecuadas. Cuanto más clara es tu propuesta, más fácil es que alguien piense: “Ya veo lo que quieres de mí”.
Sí, puede dar vértigo porque elegir siempre es descartar. Pero posicionarte con un enfoque concreto hará que tus intervenciones tengan más impacto, más eco y más oportunidades de generar valor real, dentro o fuera de la organización.
