La escena fue surrealista: un portavoz municipal, rodeado de cámaras, comenzó su intervención con un cordial “buenas tardes”… a las diez de la mañana. Luego confundió el nombre del barrio afectado por el incidente. Y para rematar, dijo “no tenemos nada que ocultar” mientras desviaba la mirada y sudaba como si hubiera corrido una maratón.
Esa comparecencia no duró más de tres minutos. Pero bastaron treinta segundos para convertirse en meme.
Lo que pasó no fue falta de buena voluntad. Fue falta de preparación.
Porque hablar bien no basta cuando representas a una organización, un equipo o una marca. En esos casos, hace falta formación para portavoces.
El titular no lo escribes tú
Una entrevista no es una charla. No tienes todo el tiempo del mundo. No controlas las preguntas. Ni los cortes. Ni los subtítulos que te pondrán en TikTok.
Por eso, entrenar a portavoces no consiste en repetir frases como loros entrenados, sino en aprender a lanzar mensajes que sobrevivan al titular, a responder sin perder el hilo y a sonar como una persona, no como una nota de prensa con corbata.
¿Y esto se entrena?
Sí. Y se debe.
Porque el día que tengas delante a una periodista con hambre de titulares, agradecerás haber practicado antes con alguien que no se juega tu reputación.
La Worldcom Public Relations Group recoge cinco beneficios concretos de entrenar a portavoces: saber qué es noticia, mantener el foco del mensaje, conocer las reglas del juego mediático, entrenar con casos reales y —sobre todo— prepararte para lo inesperado.
Un estudio publicado en LinkedIn subraya que esta formación debería repetirse al menos una vez al año, porque el ecosistema de medios cambia, y las habilidades que funcionaban en 2020 pueden hundirte en 2025.
Además, cada vez más entrenamientos incorporan escenarios con podcasts, redes sociales, inteligencia artificial o incluso fake news. Sí, hoy no solo entrenamos cómo hablas: también cómo no caer en una trampa deepfake.
¿Y si no me preparo?
Entonces, prepárate para improvisar.
Y eso tiene riesgos.
Pregúntale al príncipe Andrew, que habló durante 45 minutos con la BBC para aclarar su relación con Jeffrey Epstein… y terminó pareciendo más culpable que antes. O a Tony Hayward, exCEO de BP, que intentó minimizar el impacto del vertido de petróleo en el Golfo de México y acabó haciendo historia como uno de los peores portavoces de crisis.
Lo grave no fue solo lo que dijeron. Fue cómo lo dijeron: sin estrategia, sin empatía, sin entrenamiento.
Ser portavoz no es ser actor, pero se parece
Un buen portavoz no interpreta. Conecta. No finge. Prepara.
Y eso se nota. En el cuerpo, en la voz, en la mirada, en la forma en que aterriza una idea y la convierte en una frase redonda. Porque cuando el público solo recuerda 7 segundos de tu intervención, más te vale haber ensayado qué quieres que recuerde.
Y ahí es donde entra la formación para portavoces. No para convertirte en un robot mediático. Sino para que sigas siendo tú… pero con intención, con claridad y con tablas.
