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Así se logra una voz magnética

Son muchos los instrumentos que puedes controlar para que tus presentaciones tengan impacto: la oratoria, el diseño de tus visuales, el storytelling de tu mensaje o hasta la imagen que perciben de ti mientras estás en escena. Pero hay una que especialmente complica a nuestros estudiantes porque es especialmente crítico para mantener la atención del público y que sigue siendo el más desconocido: el uso de la voz.

La buena noticia -o la mala, según se mire- es que tú eres el único responsable de tu voz. No podrás contratar asesores, diseñadores o redactores que te apañen el trabajo. A menos que quieras ser el muñeco de un ventrílocuo, finalmente tu voz es tu signo de identidad, la trama principal de una presentación. Y si ésta falla, no habrá organizador de eventos que lo levante. Vamos a poner el dedo en la llaga para señalarte aquello que deberíamos tener en consideración sobre nuestra propia voz en escena.

Qué debes trabajar de tu voz para no dormir a la audiencia

Tú, que las has sufrido igual que yo, sabes que hay presentadores que tras tres frases te transportan a un estado zen de casi inconsciencia aunque trates de evitarlo. O presentadores que hacen chirriar tus tímpanos con su histriónica técnica de comunicación de feria. Y en realidad, en la mayoría de los casos, te encuentras con presentadores que simplemente no son capaces de concentrar tu atención y tu mirada se va a cualquier pantalla (o a tu reloj) buscando algún estímulo interesante.

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La mayoría de veces no depende de que el tema sea interesante, sino de lo interesante que lo hace quien lo explica.

Presta atención a cosas que deberías tener en cuenta si no deseas caer en este grave error:

  • Proyectar la voz de una manera correcta es una tarea más complicada de lo que parece.  Para empezar,  porque te obliga a centrar tu atención en aquello que haces. ¿Tu postura facilita la salida de la voz? ¿Está tu diafragma relajado o tenso? ¿Basta con carraspear un poco para aclarar la voz? ¿Has calentado previamente? La voz es un instrumento y cuanto más conozcamos el instrumento, mejor sonará.
  • También puede ser que vocalices perfectamente, pero que la ausencia de energía se traslada a tu capacidad de entonar. Y entonces queda la sensación de que la exposición es realmente una letanía tediosa, interminable. La música nos hace disfrutar tanto como una nota sostenida nos molesta. Debes aprender a dar melodía a tu voz.
  • De igual manera, no manejar con soltura el acelerador y el freno, te empujarán a alguno de estos problemas: o bien hablas excesivamente rápido, atropellando a tu público sin que éste pueda hacer nada por resguardarse, o hablas a velocidad normal pero rellenas cualquier silencio con las clásicas muletillas (ehm, huh, hmmm, y tal, o algo, en plan, cientos de palabras acabadas en -mente). Regular la velocidad a la que hablas es esencial para crear un buen impacto en tu audiencia.
  • Aunque un 90% de nuestra comunicación es no verbal, la mitad de ese porcentaje tiene que ver con la voz. Alrededor del 40% del contenido de un mensaje se recoge a través de la entonación, la pronunciación, el volumen o el uso de silencios. Eso significa que si cuidas cómo dices las cosas durante una presentación, y te preocupas de poder decirlas, tienes la mitad del trabajo hecho.

Fíjate en este ejemplo de una gran speaker que es capaz de mantener la atención de la audiencia con un tema totalmente aburrido. Verás como su voz actúa como un imán:

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Afortunadamente, llegar a dominar esa mitad del trabajo es algo que no está reservado únicamente a unos pocos privilegiados de la oratoria. No es una cuestión de llamarse Obama o Martin Luther King, sino de conocer las técnicas de la voz y utilizarlas a tu servicio. ¡Por algo es el único elemento que está siempre bajo tu control!

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