En su libro Presence, la profesora de Harvard Amy Cuddy habla de las emociones universales que compartimos todos los seres humanos: alegría, tristeza, miedo, sorpresa, asco, orgullo, vergüenza… Lo curioso es que, aunque intentes disimular, esas emociones se filtran en tu comunicación. Tu público no solo escucha tus palabras: te lee a ti.
El experto en comunicación Gary Genard recogió esa idea y la llevó al terreno de la oratoria, proponiendo nueve rasgos positivos que todo ponente debería transmitir cuando habla en público con los que estamos bastante de acuerdo. Por eso vamos a revisarlos contigo y a entender cómo influyen en la conexión con tu audiencia.
1. Confianza
No es arrogancia, es seguridad en lo que dices y en cómo lo dices. Se transmite en la postura, en la voz y en la calma al moverte. Si tú no crees lo que cuentas, nadie lo hará. Basta recordar la serenidad con la que Adolfo Suárez pronunció sus primeros discursos en plena Transición: no necesitaba levantar la voz para transmitir autoridad, porque el aplomo era su mejor argumento. La comunicación no verbal y la gestión del estrés, en este caso, fueron clave para transmitir la confianza que la audiencia necesitaba.
2. Alegría
Hablar en público no debería sonar a condena. Si disfrutas del momento, la gente lo nota. Una sonrisa genuina tiene más fuerza que cualquier PowerPoint. Un estudio publicado en Psychological Science demostró que quienes sonríen de manera auténtica son percibidos como más competentes y confiables. Esa alegría compartida es un factor de persuasión mucho más potente de lo que creemos. Más allá aún, cuando sonríes le envías una señal a tu cerebro de que no hay amenazas cerca, con lo que te ayudará a reducir tus nervios.
3. Valentía
El miedo escénico existe, pero el público espera que te atrevas. Mostrar valentía —aunque tiemble la voz— genera complicidad. Piénsalo: cuando Greta Thunberg habló en la ONU con apenas 16 años, lo que impresionó no fue la perfección técnica de su discurso, sino el coraje de enfrentarse a los líderes mundiales y decir lo que muchos no se atrevían. Recuerda que valentía no es no tener miedo, sino actuar a pesar de los miedos.
4. Amor
Por tu tema y por tu público. Amar lo que dices significa que crees que puede aportarles algo, y amar a quien te escucha significa respetar su tiempo y su atención. La poeta Maya Angelou lo resumió mejor que nadie: “La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo les hiciste sentir”. Si te apasiona tu tema (que suele ser el caso) tienes medio trabajo hecho. Si no, trata de encontrar algo que te apasione para conectar con la audiencia.
5. Curiosidad
Los buenos actores no repiten su obra: la redescubren cada noche. Eso mismo debería ocurrir en tus presentaciones. José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, suele adaptar sus intervenciones a cada foro en el que participa; no repite el mismo discurso de memoria, sino que muestra interés real en el contexto y en la audiencia. Esa curiosidad mantiene viva la conexión. El storytelling es una buena herramienta para generar esa curiosidad de manera natural como te contábamos en este artículo: Trucos de storytelling para tus presentaciones.
6. Empatía
No hablas para ti, hablas para ellos. La empatía se nota en el lenguaje que usas, en los ejemplos que eliges y en si tu mensaje responde a lo que tu público necesita. La neurociencia ha demostrado que cuando observamos a alguien con empatía se activan en nuestro cerebro las mismas zonas que si viviéramos la experiencia en primera persona (estudio de la Universidad de Michigan). Dicho de otro modo: cuando muestras empatía, tu audiencia siente contigo. Nunca olvides que la presentación no va de contar todo lo que tú tienes que contar, sino de lo que ellos necesitan escuchar.
7. Transparencia
Una presentación también es un acto de exposición. Si intentas esconderte detrás de las diapositivas, se nota. Abrirse al público es admitir: “aquí estoy, con lo que sé y lo que soy”. Sheryl Sandberg, en su discurso de graduación en Berkeley, habló abiertamente de la muerte de su marido. La transparencia personal convirtió un discurso académico en un momento profundamente humano y memorable. Y es que ¿cómo vas a pedir a tu audiencia que se moje con algo cuando tú no lo has hecho?
8. Vulnerabilidad
No hace falta parecer perfecto. De hecho, quienes intentan sonar impecables suelen resultar fríos. Mostrar que también puedes fallar —y seguir adelante— te humaniza y acerca. La charla TED de Brené Brown sobre la vulnerabilidad es uno de los mejores ejemplos: lejos de debilitarla, compartir sus miedos y limitaciones la catapultó como referente mundial. En cierto modo, la perfección nos genera desconfianza, porque sabemos que no es real. En cambio, amamos la autenticidad.
9. Generosidad
Hablar no es imponerse, es compartir. Incluso cuando alguien te cuestiona, la generosidad de responder con respeto te coloca por encima. Gandhi lo expresaba con claridad: “El débil nunca puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”. En un auditorio ocurre lo mismo: la grandeza se nota en cómo gestionas las críticas sin perder la calma. No te plantees la presentación como un ellos y yo, y mucho menos como un ellos contra mí. La presentación es un nosotros que construye relación en un acto de comunicación.
En resumen, los datos informan, las diapositivas ilustran… pero son estos rasgos los que hacen que tu mensaje inspire. Confianza, alegría, empatía, apertura… no son trucos de comunicación, son cualidades humanas que se transmiten cuando hablas con autenticidad.
Porque, al final, tu público no solo se lleva tus ideas: se lleva una impresión de quién eres tú. Esa es tu verdadera huella como orador.
