La audiencia no es una masa de gente ávida de sangre que quiere tu fracaso. Pero sí que esperan, ya que se ponen en tus manos, que les conduzcas con profesionalidad. Y cómo reaccionas ante un fallo técnico puede ser la señal de tu falta de liderazgo.
Me comentaban algo tan espantoso esta semana como que una ponente iba parando el acto para preguntar a los organizadores, entre risas, “¿ahora que iba?”. Fallar es llamativo, reírse de la poca preparación ya es una falta de respeto. Esos comentarios fuera de charla formarían parte de lo que llamamos la metapresentación, es decir, lo que se comunica más allá del contenido de la charla.
Y eso me ha hecho pensar en cómo reaccionamos cuando encontramos un fallo técnico y cómo, en esos momentos de estrés, nuestra manera de gestionarlo lanza mensajes que pueden entorpecer nuestro objetivo.
Por eso te voy a listar algunas de las reacciones que he identificado a lo largo de mis años de observar ponentes (yo incluido) que deberíamos evitar.
Cómo no reaccionar ante un fallo técnico
- Dejarte apoderar por el miedo y perder totalmente el control ante tu audiencia. Esto te hará dar vueltas sin sentido, tu comunicación no verbal te mostrará débil y acabarás perdiendo la concentración. La antesala de una charla mal estructurada y confusa, poco sólida. Y no es por el fallo técnico, es por tu reacción de pavor.
- Taparte de rabia contra la organización. Empezar a quejarse o criticar porque la sala no está como tú esperabas mostrará un punto áspero que no te interesa. Ni con la directa, ni con la indirecta. No solo por tu audiencia, sino también con la organización que te ha contratado que se va a sentir fatal.
- Ponerte en modo sumisión con exceso de disculpas. Que asumas el fallo es una cosa, que te fustigues es otra. Remarcar los fallos, lo hemos dicho muchas veces, despistan a la audiencia y hace que aumente su desconfianza hacia el ponente. La sobrejustificación, la disculpa continua va a comunicar que realmente eres culpable de que todo esté marchando mal (aunque no sea así).
- Paralizarlo todo hasta que no te lo arreglen. A todos nos puede dar rabia llegar a un sitio y que no tengamos lo que habíamos pedido. Pero también es verdad que muchas veces es que no lo hemos pedido con la suficiente antelación o concreción. Así que, en cualquier caso, no te sacudas la responsabilidad y dejes que se hunda todo el evento porque “no es mi culpa”. Esa actitud es muy muy poco profesional.
- Hacerte el héroe empecinándote en arreglarlo. ¿Puedes intentarlo? Sí. Y la organización siempre agradece ponentes proactivos que son capaces de solucionar este tipo de cosas en vez de cruzarse de brazos y decir “no funciona”. Pero no desde una obstinación que haga perder tiempo a una audiencia que te observa peleando con los cables.
Si trabajas hablando en público como yo, te puede pasar de todo. Y debes tener preparación para ello. Reduce tu estrés con la prevención. Pide con concreción a la organización qué necesitas, no des nada por hecho. Y aún así, prepárate por si no lo tienes.
También piensa en tu cliente, que es quien ha organizado el curso o evento, y no te enfrentes a él ante el fallo. Trata de colaborar lo máximo posible, ponles las cosas fáciles y no le pongas más nervioso de lo que ya está. Una frase que me dicen mucho acompañada de un tono de alivio es «¡es que estás preparado para todo!». Eso forma parte de la fidelización de mi cliente.
Y sobre todo, llega con tiempo suficiente para gestionar todos esos posibles imprevistos. Lo que llamamos “preparar la sala” que debería estar lista antes de que empiece a llegar la gente.
La experiencia, sin duda, es una gran aliada en la resolución de estos problemillas. Porque de cada mal trago te llevas un aprendizaje.
Te imaginarás que, en los casi 20 años que llevo impartiendo formaciones, he vivido de todo. Y estoy pensando que, por si te sirve mi experiencia, en un futuro artículo te voy a compartir algunas de esas situaciones que he vivido y como me han ayudado a ir más preparado a mis presentaciones.
En cualquier caso, la conclusión es clara: show must go on.
Un fallo técnico no puede comprometer tu trabajo que es comunicarte con la gente. Y, hasta donde yo sé, para que haya comunicación solo necesitamos personas. Que haya medios que nos ayuden está genial, pero no podemos hacer que sean imprescindibles.
Mantén siempre tu foco: ¿Qué preocupa a esta gente? ¿Qué necesita? ¿Cómo puedo ayudar a estas personas? ¿Por qué es importante lo que vengo a ofrecerles?
¿Y después? Comunícate. Tú eres el medio principal. Lo demás es accesorio.