El valor esencial que la mayoría de la gente encuentra en las conferencias es la conexión con otros a través de un contenido útil y relevante. Sin embargo, los programas de conferencias clásicos aún ponen el foco en charlas magistrales en las que unos pocos expertos transmiten su conocimiento a personas que escuchan pasivamente.
Durante estas charlas, no hay apenas conexión entre las personas de la audiencia ni si quiera con el propio contenido.
Escuchar exposiciones es una mala manera de aprender. Todos tenemos esa experiencia. Las charlas magistrales resultan muy seductoras para las empresas porque permiten un modo eficiente de compartir información. Desafortunadamente, este formato es el menos efectivo para aprender.
¿Por qué? Porque lo que escuchamos pasivamente lo olvidamos muy rápido. Si nuestra intención comunicativa es que las personas que nos escuchen aprendan, no vale solo con contarles las cosas. Ni siquiera es suficiente con que las entiendan
Piensa en cosas que recuerdas de tu paso por la escuela. Solo aquello en lo que te implicaste emocionalmente, aquello que trasteaste, lo que experimentaste o compartiste con otros es lo que queda en tu cerebro. El resto probablemente lo olvidaste en unos pocos meses.
¿Por qué eres capaz de recordar canciones de los que eran tus dibujos preferidos palabra por palabra y te cuesta recordar algunos conceptos que te esforzaste en estudiar?
Vamos a ver esos 3 requisitos para que tu conferencia sea, de verdad, un campo de aprendizaje para el público.
Repetición
La repetición es una de las claves. Probablemente esa canción que retienes en tu mente la escuchaste muchas veces mientras tomabas tu merienda.
Por supuesto que la repetición es una técnica de memorización más vieja que el hilo negro. Y por tanto, si lo memorizas es que ya lo tienes en la cabeza, nos garantiza una parte del aprendizaje: retener la información.
Tanto es así que la publicidad lo utiliza continuamente. Si eres oyente de radio, seguro que te viene alguna marca cuyo anuncio escuchas varias veces cada día. La marca se repite varias veces durante el anuncio. Porque la repetición (lo mismo que crea hits musicales) es igual a retención. Como ejercicio, cuenta las veces que se menciona la marca la próxima vez que veas un anuncio en televisión o por Internet.
Pero atención, porque más allá de que la repetición nos conduce a la memorización incluso involuntariamente, también es uno de los principios de la persuasión. El principio de la repetición demuestra que cuando una cosa se repite muchas veces se le tiende a dar credibilidad. Es decir, si algo lo he escuchado muchas veces será que es verdad. Es un principio básico en la comunicación política actual.
Así que la repetición te induce involuntariamente a retener y validar mensajes. De ahí que uno de nuestros mantras en la preparación de guiones sea «ser reiterativo sin sonar repetitivo».
Interacción
La interacción es otra de las cosas que te hacen recordar esa canción. ¿Cuántas veces la tarareaste? ¿O la bailabas mientras la escuchabas? ¿O la cantabas con tus amistades? ¿O jugabais a hacer vuestras propias versiones? No te limitabas a escuchar, sino que interactuabas con ella en vivo y también llevándotela a otros entornos y con otras personas.
En los manuales de técnicas de estudio más clásicos y vigentes se nos anima a subrayar, hacer esquemas, resúmenes… Nos animan, básicamente, a interactuar, a manipular y a cambiar un rol pasivo de lectura por el de protagonista activo. Protagonista porque tiene que tomar decisiones, tiene que priorizar, tiene que verbalizar con sus propias palabras o que tiene que agarrar bolígrafos y escribir.
Si te das cuenta, los profesionales aprenden socialmente, no en las clases. Se calcula, de hecho, que solo el 10% de lo que necesitamos en nuestros trabajos actuales requiere de clases tradicionales. El otro 90% es formación informal: una combinación de autoaprendizaje, aprendizaje de la experiencia y aprendizaje de las colaboraciones con otras personas.
Y este es un escollo que los sistemas educativos tratan de sortear con enfoques pedagógicos como la Formación Dual o el Plan Bolonia tratando de aumentar las prácticas o el trabajo en equipo. Se trata no solo de escuchar y entender la información, sino de manejarla en diversos contextos.
Emoción
Por último, lo que facilitó enormemente que te aprendieras esa canción es que venía envuelta en una emoción. Cuando disfrutas algo, cuando no solo lo entiendes racionalmente sino que te hace sentir cosas, estás aprendiendo.
Porque cuando tus neuronas vinculan esa canción a la diversión que te producen los personajes, al olor de tu Cola Cao, a la sensación acogedora del salón de casa y a la luz de media tarde estás creando muchos caminitos sinápticos por los que llegar a esa canción. Por eso es más fácil recordarla, porque si uno de los puentes se cae, tenemos muchos otros para llegar a ella y rescatarla.
Muchas sesiones no se dirigen a las necesidades o deseos de la audiencia. No conectan con las emociones de las personas que escuchan. Y tampoco se le suele prestar mucha atención a crear la experiencia, a la música, a la luz o a los aromas que pueda haber en la sala.
En las conferencias habituales, solo encontramos este tipo de estímulos en los descansos, los desayunos y los networkings. Pero esto solo hace que la gente, en los siguientes días, recuerde y hable de esa parte que del propio contenido de la charla.
Conocemos mucho mejor ahora cómo funciona nuestro cerebro. La ciencia tiene muchas más respuestas a cómo se desarrolla el aprendizaje. Aprovecha que ahora conocemos esos mecanismos para asegurar que tus acciones con intención didáctica sean un éxito y no solo un trámite corporativo.
Mi recomendación: coge un post-it y apunta: repetición, interacción y emoción. Tenlo a la vista para cuando te toque imaginar tu siguiente evento.