En SpeakersLab creemos firmemente que un speaker se hace, no nace. Aun así, y como en todas las disciplinas, también encontramos niños hablando en público, con una exposición cristalina y una capacidad de oratoria que ya querrían muchos adultos. Parece que no levantar más de un par de palmos del suelo le da a estas criaturas alas para hablar con desparpajo o convicción, pero lo cierto es que al seguir sus historias encontramos una verdad técnica que muchos olvidan: antes de subirse al escenario, hay que practicar. Y mucho.
Porque solo con la práctica se puede llegar a dominar con soltura el ritmo y el tempo que brindan los silencios, como consiguió demostrar Dalton Sherman con tan solo 10 años de edad.
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Como nota curiosa, la abuela de Dalton le enseñó las claves del modulado de la voz gracias al libro Natural Drills in Expression, originalmente publicado en 1909
Casi un siglo después, en la cumbre de las Naciones Unidas de Río de 1992, Severn Cullis-Suzuki paró al mundo durante cinco minutos con su discurso sobre el cambio climático.
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Sorprendentemente, todos y cada uno de los ejemplos que expone en su charla son válidos a día de hoy, lo cual (incapacidades gubernamentales para aprender aparte) es una estupenda forma de demostrar que es necesario elegir bien cómo ilustramos nuestro mensaje.
Para ello, es imprescindible saber de qué hablamos, y para saber de qué hablamos no queda otra que estudiarlo. Y así, con una rigurosa exposición de un ejercicio intenso de observación, Adora Svitak es capaz de lanzar una pregunta que rara vez nos hacemos: ¿qué pueden aprender los adultos de los niños?
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Por lo pronto, todos estos niños tienen una cosa en común: hablan sobre lo que les apasiona. Afortunadamente, han tenido alguien que les apoyara y les enseñara la importancia de estructurar bien aquello que quieren decir. Porque esa preparación evitó que sus palabras cayeran en saco roto o se les ridiculizara como mocosos fuera de lugar, y sus voces infantiles resonaron en sus respectivas apariciones y arrancaron ovaciones que ya quisieran muchos.
Y eso sí es algo de lo que podemos aprender todos.