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Los genes del presentador perfecto

Si buscamos la presentación perfecta, debemos encontrar al presentador perfecto. La trampa del asunto es que, como humanos, distamos mucho de ser perfectos. Así que, admitida nuestra naturaleza, lo mejor que podemos hacer es aspirar a aportar lo mejor que tengamos.

Hemos leído hace poco que en nuestro carácter congénito están las claves para hacer un buen papel al hablar en público. Quizás la lotería genética puede haberte premiado con algunos de los rasgos que más pueden aportar a un orador u oradora. Así que lee con atención a ver si en tu ADN están alguno de ellos:

 

Los 5 genes que definen a un presentador perfecto

El gen de la observación analítica

Ser capaces de detectar las preocupaciones e intereses del público no solo permite, con tiempo, construir una buena presentación alrededor de esas inquietudes. Esa empatía, que puede facilitarnos la construcción de la ponencia, también nos puede servir en el momento para percibir el ánimo de la audiencia y actuar en consecuencia.

Antes de la presentación, imagina y conoce a gente que se parezca a tu público. Durante la presentación, observa sus reacciones. Casi todas las pistas que necesitas para saber qué tono darle a tu presentación o cómo de dinámica necesita ser, las obtendrás a través de tus ojos.

El gen del humor

Que estemos afrontando un tema tremendamente serio, o una audiencia tradicionalmente imaginada como sobria, no significa que no haya espacio para el humor. Elegir acertadamente qué tipo de chascarrillos usar es una habilidad muy de la mano de la sensibilidad. Gracias a esa sensibilidad, y siempre y cuando las bromas estén relacionadas con el núcleo del mensaje, fallar es difícil.

Ni los profesionales son unos siesos, ni los públicos variados aceptarán un humor simplón. Pero todo el mundo adora el humor autocrítico en su justa medida.

El gen del visionario

Cuanto más factible se haga una utopía gracias al contenido de una presentación, más despertará la curiosidad de la gente. De la misma manera, cuanta más gente comparta un sueño grande, mayor será la sensación de comunidad y la ilusión por hacer ese sueño realidad.

Idealmente, una presentación perfecta debería ser capaz de motivar y mover a las masas. Para ello, no hace falta más que pensar en grande y atreverse a compartir esa visión.

El gen sociable

Hay para quien una presentación no es solo un monólogo. De hecho, ninguna presentación es un monólogo, si le damos voz a la audiencia. Una ronda de preguntas y respuestas —o una interacción constante con la gente del público—, donde se hace a otros partícipes de nuestras ideas, servicios o proyectos, puede convertirse en un arma espectacular para calar nuestro mensaje.

Es cierto que este tipo de actividades resultarán más sencillas a las personas extrovertidas. Pero también es verdad que, con la preparación suficiente, se difumina el miedo a las preguntas.

El gen del liderazgo

A la gente le gusta que le digan qué hacer, por eso elige a sus líderes. Los caracteres fuertes hacen fácil las llamadas a la acción porque el instinto de (al menos) considerar una orden así lo requiere.

En otras palabras, si hacemos una llamada a la acción con la voz temblorosa y el pulso débil, nos exponemos a que solo nos hagan caso algunos Yorkshire Terriers.

 

Apostaría mi plan de pensiones a que al menos tienes uno de esos genes. Y casi seguro de que tienes más. Pero, si no es así ¿en serio crees que es una cuestión de genética? Si nos conoces lo suficiente sabes que una de nuestras ideas fundacionales es que cualquiera -con formación y práctica- puede ser un gran ponente. Así que deja de verlo como características genéticas que tienes o no tienes y empieza a verlas como habilidades que puedes o no puedes aprender.

 

 

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