“Yo es que no soy una persona creativa”, me decía una amiga parapetada tras un café, hablándome de cuánto le cuesta preparar una charla.
Tú y yo nos conocemos desde hace un tiempo, sabes que me gusta sacar lo mejor de nosotros. Por eso, cuando alguien me dice que no es creativo, esas palabras me sientan como un tirón fuerte de mi espinazo, zip, hacia arriba. Porque es cuando me encuentro ante la ardua tarea de desvelar, por enésima vez, que la creatividad abarca tantas formas, nace en tantas situaciones y se desarrolla de modos tan diversos, que hay mucha gente ahí fuera que es apabullantemente creativa pero le han convencido de lo contrario.
Creen eso porque trabajan en áreas alejadas de paletas de colores, ritmos musicales o poemas y narrativa. Suelen relacionarse con las ciencias exactas, son trabajadores de cara al público durante largos periodos de tiempo o empleados de ocupaciones supuestamente monótonas con sus horarios de ocho horas (y una para comer).
Sin embargo, son las mismas personas que sacan su empresa de apuros, salen airosas y radiantes de las situaciones comprometidas con sus clientes o cuidan hasta el más mínimo detalle de todos y cada uno de los proyectos que entregan. Les encanta hilar fino en sus encargos, encontrar soluciones que satisfagan a las partes implicadas y hacer sentir bien a aquellos con quienes trabajan.
Es cierto que muchas de esas personas no necesitan hacer ponencias —y tampoco acojo todo el planeta bajo mi manto—, pero para quienes se me acercan diciendo “yo no soy una persona creativa”, mi consejo es siempre el mismo: al pensar sobre el tema de una presentación, los argumentos de un discurso de ventas o la exposición de una idea ante un público, sacúdete de encima las ideas extrañas asociadas a la creatividad y céntrate: ¿qué quieres comunicar y a quién?
Escoger tema puede ser una labor pesada. Si un par de ideas poderosas chocan entre sí buscando encajar en tu cabeza te asaltará una horrible sensación de bloqueo. Conciliar conceptos y ordenarlos para construir un mensaje potente es una empresa que fácilmente roza la desesperación. Sin olvidar lo delicado de encontrar los puntos más importantes que articulen una presentación.
Pero esos pasos los seguimos todos. Improvisemos o planeemos, pensamos en qué decir y a quién. Algunas veces llegarás a soluciones simples y efectivas, otras quizá te empantanarás hasta salirte con la tuya; incluso puede que necesites que te echen una mano. Aun así, cada vez que consigas transmitir una información de manera amena porque te hayas preocupado por comunicar rápida y eficazmente, cada presentación donde hagas sentir bien a quien tengas delante mientras disfrutas hablando o cada ocasión en que percibas la satisfacción de un trabajo bordado, alguien en tu audiencia pensará que eres una persona tremendamente creativa.
Tal y como lo pensamos de aquellos que sacan las castañas del fuego, cierran una venta imposible o dejan detalles de calidad en proyectos que les importan. Como mi amiga.
“Yo es que no soy una persona creativa”, me decía parapetada tras un café, hablándome de cuánto le cuesta preparar una charla.
“Te han mentido”, le respondí, mentalmente.
“Trabajemos en qué quieres decir y permite que tu propia charla te demuestre lo contrario”, le dije, finalmente.