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¿Que hago con las manos?

Cuando estoy ayudando a un cliente o a un grupo de estudiantes con su lenguaje corporal en escena, me fascina comprobar que una de las inquietudes más habituales es «¿Qué hago con las manos?».

Es una preocupación que une a perfiles de todo tipo que tienen en ocasiones la extraña sensación de no saber qué hacer con los brazos. Algo que manejamos con naturalidad en nuestra comunicación habitual, se convierte de pronto en un problema.

Las manos son una herramienta que nos acompaña al hablar. Nos ayudan a marcar el ritmo, a captar la mirada de nuestro interlocutor.

Sin embargo, estas parlanchinas parece que se quedan mudas ante una audiencia y se convierten en un estorbo -y de los grandes- para los oradores.

Afortunadamente, ponerlas a jugar a tu favor es muy fácil si sigues estas reglas:

 

Regla #1. Muévelas por encima de la cintura

Una manera de conseguir captar la atención de la audiencia es sin duda el movimiento. Es casi como si tuviéramos un sensor que nos hace mirar automáticamente. Esta es la gran ventaja de mantener tus manos en movimiento por encima de tu ombligo, creando un marco de atención cerca de tu cara, justo la fuente de tu mensaje.

Si por el contrario dejas los brazos colgando y empiezas a mover las manos por debajo de la cintura conseguirás el efecto contrario desviando la atención en la dirección equivocada.

Regla #2. Y déjalas reposar en su sitio natural

La regla anterior no quiere decir que no puedas dejar colgar los brazos en ningún momento. De hecho, es el sitio natural de las manos, al final de los brazos, reposando a lado y lado de tu cuerpo. Es el sitio de aparcamiento, donde dejarlas cuando no las uses.

Un momento de silencio, una pausa dramática, una apelación directa a tu audiencia en espera de una respuesta… si tus manos reposan acentuarán la pausa y darán una sensación de control y tranquilidad.

Regla #3. Muestra las palmas

Te va a parecer una locura, pero un estudio del experto Alan Pease demuestra que un orador con las palmas hacia arriba consigue un 40% más de retención en su audiencia que si las palmas se orientan hacia el suelo.

Utilizamos las palmas para llamar la atención, para rendirnos, para demostrar que no pasa nada, para pedir paciencia… son montones de gestos en los que la palma tiene un gran protagonismo, quizás ahí radica su poder, en una antigua asociación con nuestro cerebro más arcaico. Hay quien lo relaciona con la cantidad de conexiones nerviosas que tienen con nuestro cerebro.

En realidad es un antiguo precepto del lenguaje corporal: mostrar las palmas es una manera de demostrar transparencia y honestidad. Haz memoria y recuerda como las pinturas religiosas nos muestran sus iconos con las palmas hacia arriba, un gesto que los pastores de la iglesia también suelen utilizar.

Regla #4. Dibuja en el aire

Dedicamos mucho tiempo a pensar en nuestro apoyo visual, qué vamos a colocar en el powepoint, cuando el mayor apoyo visual ¡está en nuestras manos!

Hay montones de conceptos en un discurso que pueden representarse con un gesto, como si dibujaras en el aire. Un ascenso de las ventas, una fusión de departamentos, una segregación de recursos… Si acompañas lo verbal con algo visual ayudas a que el significado llegue más rápido e impacte con más fuerza en la memoria del público.

Regla #5. No te obsesiones con ellas

Como te explicaba al principio, cuando actúan de manera natural tus manos se desinhiben y muestran lo mejor de sí mismas. Si empiezas a concentrarte en lo que están haciendo, lo único que vas a conseguir es que se bloqueen más. Déjalas a su aire, contando sus cosas, como lo hacen cuando están entre amigos.

 

Quiero compartir contigo esta TEDxTalk en la que el mencionado Allan Pease nos cuenta más cosas sobre el lenguaje de las manos.

 

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Hay muchos otros pequeños detalles, lo mejor para evitar la ansiedad de las manos es practicar. Si estás cómodo con el contenido, has internalizado tus mensajes y estrategia. Si has practicado en voz alta y consigues la misma fluidez que cuando te comunicas con tus amigos en una reunión desenfadada, ellas -tus manos- también lo harán.

 

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